Las instituciones culturales (museos, galerías, etc.) son un elemento fundamental de la identidad cultural de un lugar. Funcionan como espacios de exposición histórica, enseñanza multidisciplinar, y generación de experiencias individuales y colectivas. Además, se consideran agentes que influyen en las tendencias de producción artística, la interacción de la población con el arte y las transacciones económicas de la industria cultural.
El principio de no intervención limita la interacción con el espacio expositivo y las piezas exhibidas, dificultando la cercanía física y emocional. Por ejemplo: en museos y galerías no está permitido acercarse a ver y sentir el detalle que forma las obras, hablar con naturalidad al personal, o participar activamente con las piezas expuestas.
Ante el surgimiento de tecnologías interactivas y plataformas de difusión cultural fuera de las instituciones, se han aumentado las prácticas que cuestionan este principio. Algunas instituciones culturales han modificado sus instalaciones para que les visitantes puedan tener una experiencia más inmersiva (habilitan salas donde tocar piezas, permiten tumbarse, comer, etc.) exponiéndose a que el contacto, consciente o inconscientemente, dañe las piezas o la experiencia comunitaria de las mismas. En cuanto a la producción artística, para permitir una interacción fuera de limitaciones, se ha impulsado indirectamente la creación de obras con menores costes, susceptibles a ser intervenidas y con una durabilidad de corto plazo, desplazando las prácticas con un mayor coste (de producción o mantenimiento)y con una intención de durabilidad de largo plazo.